Qué
difícil es referirse a la vida y obra de César Luis Menotti sin entrar en los
gustos futbolísticos. Sus formas siempre estuvieron tan bien definidas,
tan distanciadas de otros estilos, que indefectiblemente sus convicciones te
llevan a ser parte de su movimiento “conceptualista” o directamente a ser
un anti. Quizás los de 30 y pico crecimos con ese fútbol. Con
un fútbol envuelto en miles de dilemas. “O sos menottista o
sos bilardista”, “La Selección del '78 o la del '86”. Como cualquier otra
discusión en este país, sin importar la temática, siempre hubo que elegir. Sin
grises. Pero si uno se aleja un poco de la zona de conflicto, siendo de un
bando o del otro -o de ninguno- debe reconocer (y valorar) la calidad de
entrenadores que hemos tenido a lo largo de nuestra historia. Y el
“Flaco”, sin dudas, es uno de los indispensables del fútbol
argentino. Un revolucionario. Un tipo que dejó una huella imborrable. Y,
desde el domingo 5 de mayo de 2024, también es leyenda.
Menotti, nacido
en Rosario en 1938, jugaba al fútbol con el mismo estilo que después se
vio reflejada su condición de entrenador. Era un mediocampista, algo
cansino, que jugaba y hacía jugar, no tan abocado a la marca. Su
carrera adentro de la cancha duró poco: sólo una década, donde vistió los
colores de Rosario Central, Boca y Santos de Brasil, entre otros. No
fue un mal futbolista, para nada, pero pasaría a la posteridad como director
técnico (y mucho antes del título mundial de 1978). Luego de una primera
experiencia sin tanto brillo en Newell’s (el acérrimo rival de “su” Central), el
“Flaco” fue a Huracán, donde gestó uno de los mejores equipos jamás vistos por
estas tierras. El “Globo” campeón del Metropolitano '73, con
figuras como Houseman, Babington, Brindisi, Larrosa y Avallay, sigue
siendo considerado el equipo que jugaba “como le gusta a la gente”. A
ras del piso, siempre mirando el arco contrario. Y con destellos de calidad
individual, obviamente.
Ese
Huracán fue la clara muestra de lo que vendría después. Porque,
en definitiva, con ese producto inmaculado y repleto de fútbol, Menotti les
demostró a los que comandaban la AFA que se podía jugar bien, al estilo
del potrero argentino, y al mismo tiempo ser organizados, profesionales,
característica que no tuvieron los planteles nacionales en los Mundiales de
1958, 1962 y 1974. Cabe aclarar que, en el '66, con el “Toto” Lorenzo, un
opuesto al “Flaco” -Lorenzo era tacticista-, la participación de la Albiceleste en
Inglaterra fue digna (llegó a cuartos de final) y en 1970 el equipo ni siquiera
se clasificó a la Copa del Mundo de México. Menotti le imprimió al
seleccionado, en el proceso previo al Mundial del '78, su idea y, además, su
visión del profesionalismo. Salvo Kempes, que se fue al Valencia de España,
todos los futbolistas tenían que jugar en el país y debían formar parte de las
concentraciones y de las giras por el Interior, enfrentando a los selectivos
locales. Con el “Flaco”, la Selección pasó a ser prioridad absoluta,
como nunca antes; no un rejunte de buenos jugadores que
iban a los Mundiales a ver qué pasa, sin ningún tipo de ensayo.
Así, con su convicción, el talento nato del
jugador argentino y la cuota de seriedad, profesionalismo y compromiso con la
camiseta nacional, es que Argentina logró su primera estrella a nivel mundial.
Fillol, Passarella, Tarantini, Ardiles, Bertoni, Luque, Kempes. Figuras,
como siempre las tuvo nuestro país, pero organizadas. Fue la combinación
perfecta, que también se vio reflejada en el Mundial juvenil, en 1979, ya con
Maradona (que fue desafectado en el '78 por su corta edad) en el centro de
escena.
A
propósito de Diego, poco tiempo después, y luego de la decepción en España '82,
el “Flaco” se reencontró con “Pelusa” en el Barcelona. Allí
ganarían tres títulos, hasta que Menotti se marchó del elenco catalán en 1984,
año en el que el “Diez” recaló en el Napoli. Después,
la trayectoria del entrenador se inundó de grandes instituciones: dirigió
Boca, River, Independiente, volvió a Central, Peñarol de Montevideo, Atlético
de Madrid, Sampdoria y un breve paso por el fútbol mexicano en 2007 le puso
punto final a su curriculum como DT.
Pero la
historia del “Flaco” con el fútbol no quedaría ahí. En 2019 asumió como
Director de Selecciones Nacionales de la AFA y fue el principal
responsable, el que más insistió, para que Scaloni se quede como entrenador
definitivo del equipo (hasta la llegada de Menotti al cargo, el
técnico -que le daría a Messi los títulos que le faltaban en la Mayor- sólo era
interino y había intenciones de reemplazarlo). Le veía condiciones, le gustaba
su equipo de trabajo, repleto de grandes futbolistas con pasado de Selección. Y
no se equivocó. Menotti, apoyando la continuidad de Scaloni y
su cuerpo técnico, terminó influyendo notablemente en los grandes
logros que vinieron después: Copa América, Finalissima y
Mundial.
Volviendo al principio… ¿Existe una sola forma de jugar bien al
fútbol? Posiblemente no. Hay miles de casos de entrenadores con ideas
antagónicas que han triunfado, con estilos dispares, pero efectivos, que
llevaron a sus equipos a desplegar un fútbol de alto vuelo. Guardiola-Mourinho,
por ejemplo. Polares y genios al mismo tiempo. Sacchi-Capello. Basile-Griguol
por estos lados. Hay miles de casos. ¿Y existe un estilo de juego que
enamora a la gente? Ya ahí la discusión es más compleja. De lo
que sí podemos estar seguros es que César Luis Menotti fue un fiel defensor de
ese concepto, de esa forma de ver el fútbol, TAN SUYA. La
de jugar lindo, de gustar, de cautivar al aficionado. De brindar
espectáculo más allá del resultado. Eso es tan fantástico como una táctica
maravillosamente empleada por Bilardo, Zubeldía o Lorenzo. ¡Qué
técnicos hemos tenido y tenemos en esta tierra! Lástima que ya nos dejó el notable “Flaco”, aunque seguramente andará por las nubes y las
galaxias armando nuevos equipos. Nuevos Huracanes, nuevas Selecciones
Argentinas. En definitiva, lo que hizo siempre. La única diferencia
es que ahora Menotti arma equipos que juegan “el
fútbol que les gusta a los ángeles”.